Tal como estos días, hace treinta años, pasé la primera quincena del mes de agosto en Zamora y pude hacer algunos recorridos con la bicicleta de corredor para no perder la forma y el deseo de poder competir en septiembre. En aquel tiempo sentí rabia de quedarme sin correr todo el mes, pero por diferentes razones idealizo bastante aquellos días. En la imagen que captó uno de mis hermanos, me fotografió con su móvil hace tres días sin que yo me percatase, frente a la casa que fue de mis abuelos y en la que solíamos pasar las vacaciones u otras fechas señaladas. En esa zona estacionaba mi padre antiguamente los diferentes coches que utilizó para nuestros desplazamientos y al lado dejaban mis abuelos el carro de los burros. Y lo que lloraba yo de niño cuando tenía que despedirme de esos animales, mi abuelo me decía que eran viejitos e igual no los volvería a ver. También el rostro apenado de mi abuela cada vez que debíamos regresar a Vizcaya, al despedirse de nosotros.
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