En la década de los ochenta, Antonio Sánchez Muñoz y Laudelino Cubino González, dos bejaranos de la quinta del 63, consiguieron ser figuras en dos deportes tan duros como el atletismo y el ciclismo. Sánchez en febrero de 1985 lograba un sensacional registro en los 200 metros, 20 segundos y 87 centésimas, esa marca obtenida en Turín sigue siendo récord nacional de pista cubierta. Cubino aquel año cumpliría el calendario aficionado en el Frinca de Zamora, equipo que le sirvió de trampolín al profesionalismo con el Zor dirigido por Javier Mínguez.
Dotado de un talento especial para la escalada, Laudelino Cubino tuvo una suerte dispar como corredor de la máxima categoría, los días negativos abundaron, como aquella Ruta del Sol en la que debutó y no pudo completar por culpa de una caída en la resultaron dañados sus abductores, la inflamación del tendón rotuliano que le dejó sin participar en la Vuelta del 89, las molestias de rodilla le perjudicaron en más ocasiones, se rompió la clavícula en la Vuelta a Cataluña de 1994, cuando era uno de los favoritos en la general.
Las jornadas de éxito fueron muchas, desde la primera temporada, aquel 86 en el que sumó la Vuelta a los Puertos y la etapa del Tour del Porvenir con meta en Luz Ardiden, un lugar en el que volvería a ganar en el Tour del 88 y después en la Vuelta del 92. En la ronda nacional se alzó con el triunfo en Cerler (1987) y Naranco (1991), además de ser líder catorce días en el 88. El Giro de Italia no fue ajeno a su calidad, dos victorias parciales dio al Kelme en Fiuggi (1994) y Monte Sirino (1995). En el calendario español se adjudicó el Campeonato de España disputado en Vitoria en 1990 y varias pruebas por etapas; Tres Cantos (1988), Valles Mineros (1989), Cataluña (1990), Burgos (1993) y Galicia (1994).
La última campaña de Cubino fue la de 1996, abandonó por problemas físicos Giro y Tour, al menos su casillero no quedó en blanco y venció en una etapa de la Vuelta a Colombia. Se despedía en los Criteriums de Hospitalet, Cerdanyola y Xátiva.