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El día 23 de julio fallecía Braulio Redondo Pérez, un tío mío, casado con una hermana de mi padre. Gracias a las bicicletas que tenían mis tíos en Laredo para mi primo y para mi prima de mi quinta, yo pude aprender a mantener el equilibrio y pedalear allí en julio de 1985, a la edad de once años. Así empecé a cronometrarme, a mis hermanos y otros niños y niñas de la Residencia Country Club. Aquella fue una emotiva convivencia familiar, mis padres habían comprado un apartamento en la citada localidad cántabra, mis tíos habían alquilado el estudio y otro apartamento que tenían y pasaron gran parte de aquel mes con nosotros. Mi tío nos acompañaba a la playa a buscar navajas, almejas y chirlas. Hasta me llegó a cortar el pelo en alguna ocasión. Recuerdo momentos navideños, en la niñez, de acudir a alguno de los pisos en los que vivieron en Basauri, ya posteriormente a Bilbao, muy cerca del Mercado de La Ribera. También de poder coincidir en Poza de la Sal o cuando él venía a las entidades bancarias de mi localidad en un vehículo blindado, la ilusión que me hacía poder ver al hombre. Tuvo muy buena planta para trabajar en seguridad, en ese oficio llegó a conocer a mi estimado Ignacio Salmón Torre. Fue emotivo el encuentro de ambos el 23 de noviembre de 2017, en Poza de la Sal, cuando se hizo el funeral de un tío paterno mío. Un mes antes, el 22 de octubre, tras el Ciclocross de Colindres, vine por casa a buscar a mi hermano el menor y fuimos al Hospital de Basurto a visitar al tío Luis que estaba ingresado con cáncer. El tío Braulio nos dijo <<ya estoy en la recta final>>, yo le respondí <<si estás muy guapo, tienes que llegar a los cien años>>. No fallaba ningún día en sus visitas al hospital ni en Basurto, ni después en Santa Marina. Y debo destacar de forma especial su admirable ayuda a posteriori, una vez muerto el tío Luis, dejó un labor muy dura de despiece y vaciado de objetos, algunos muy pesados. El tío Braulio, tan servicial, me acompañó también en numerosas ocasiones a la chatarrería, cargando los pesos como un jovenzuelo. En esos trayectos llegó a conocer desde el coche que yo conducía a ciclistas como Iker Madrid Fontaneda y Aingeru López Elorriaga. El tío se mantenía muy activo, solía caminar mucho, a veces quince kilómetros o alguno más. Desafortunadamente a finales de mayo se enfermó y no nos pudo ayudar más. Una primera hospitalización, los médicos pensaron en una úlcera de estómago, días después otra. En realidad, cáncer, los trabajos que había hecho con nosotros parece habían agravado más el mal. No debía levantar ya más de un kilo y le tocó someterse a tratamientos de quimioterapia. Hasta hace unos días en cuanto podía no dejaba de ir a Laredo, acompañado por mi tía y mi prima. El 23 de julio por la tarde estuve en el tanatorio, en Bilbao. Ayer en el cementerio de Derio, este viernes será la misa a las siete de la tarde en la Catedral de Santiago de Bilbao.